En la noche del 11 abril de 2015, la madre de Gabriel Tempestini recibió una llamada donde le comunicaban que su hijo había tenido un accidente en moto mientras regresaba de su lugar de trabajo. Debido al impacto, estuvo en coma durante seis meses. Al despertar, si bien estaba plenamente consciente, no podía moverse, hablar o comunicarse. Padecía lo que se conoce como “síndrome de enclaustramiento”.

Gracias a la atención dedicada de todo el equipo de profesionales del Centro Médico Integral Fitz Roy y a la presencia constante de su familia, fue que un día notaron que Gabriel comenzó a comunicarse a través de guiños con su único ojo sano. El desafío para los especialistas era ahora poder desarrollar formas alternativas de comunicación con el paciente que no fuesen a través de la palabra. Los padres de Gabriel, tras haber investigado sobre el tema, encontraron diseños de tablas que le perimitían a Gabriel, mediante el parpadeo, indicar la letra que en conjunto formaría la palabra y posteriormente la frase que deseaba expresar, sumado a ciertas frases pre-escritas del estilo de “¿te sentís bien?” o “¿necesitás algo?”.

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De esa manera, fonoaudiólogos, psiquiatras, enfermeros y familia comenzaron a fluidificar el proceso de comunicación. Gabriel pensaba perfectamente bien, su intelecto estaba intacto. Para Alfredo, padre de Gabriel, fue un gran alivio poder ver que su hijo podía expresar lo que le sucedía y sentía.

Los médicos se plantearon testear un software que le permitiera a Gabi comunicarse a través del movimiento de su ojo. El trabajo en equipo con los especialistas en sistemas fue clave para implementarlo. La importancia de dicho sistema ha sido y es tal, que sienta precedente para poder ser aplicado en pacientes con patologías similares a futuro.

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Sin lugar a dudas, el caso de Gabriel es una inspiración para muchos y un gran ejemplo de superación para todo el sistema de riesgos del trabajo. Su caso emociona a quienes lo conocen. Tal es así, que una amiga suya decidió plasmar su historia en una novela.

El objetivo primordial del Centro Médico Fitz Roy es que Gabi se acople a un sistema aún más avanzado de comunicación que le permita la externación. Una vez más, el CMIFR demuestra que el trabajo articulado de todos sus integrantes, tiene como fin el apostar a la vida como valor primordial.

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Por último, cabe destacar que la recuperación de Gabriel fue posible gracias al aporte de Berkley ART, quien acompañó y aseguró su tratamiento.

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