Durante el período de pandemia quedarse en casa y limitar la interacción social fueron las herramientas para cuidarse a uno mismo, a los seres queridos y a la sociedad. En el comienzo el uso de las tecnologías cumplió un rol fundamental y favorecedor para continuar la interacción, los lazos sociales, afectivos y laborales, aunque sin contacto físico y a distancia.

Con el paso del tiempo, comenzaron a suavizarse las restricciones. Tras un largo período de distanciamiento la vuelta a la presencialidad fue para muchos aliviador y emocionante, pero para muchos otros resultó abrumador y amenazante. Espacios cotidianos que durante la prepandemia eran vividos como lugares cómodos, seguros y placenteros se tornaron y se interpretaron como peligrosos.

Nos encontramos frente a un escenario actual en el que son muchas las personas que no pueden enfrentar volver a la presencialidad laboral o a lugares que antes eran cotidianos. Como así también volver a vincularse con lo socio-afectivo, grupos de pertenencia, familia, amistades, relaciones que también fueron resignificadas, o espacios que eran vividos como propios y que se volvieron ajenos con el regreso a la presencialidad. Eso sin dudas afectó lo anímico-emocional, las actividades familiares, laborales y recreativas.

El miedo o la ansiedad pueden variar frente al mismo escenario para cada persona, lo vivencia de modo subjetivo. Si bien es normal sentir incomodidad, timidez, temor, al principio -y además no toda ansiedad es un trastorno-, se espera una adaptación a la socialización y la desaparición de esas sensaciones.

Las excusas en la primera etapa de la salida de la pandemia eran justificadas desde una posición del cuidado social, sanitario, por una causa común. Al día de hoy esas excusas perdieron peso, se volvieron excusas individuales, internas, que angustian y generan ansiedad al sujeto que padece y teme ante la posibilidad de exponerse a las actividades que la vida social cotidiana requiere.

Para paliar el aumento de nivel de ansiedad actual es un buen recurso buscar espacios que brinden calma y tranquilidad, espacios que posibiliten un espacio de placer para atenuar la sensación que producen los síntomas de tanta inquietud e intranquilidad. Por ejemplo, algunas elecciones propias y particulares para cada individuo como tiempo al aire libre, leer un libro, salir a caminar escuchando música, tomar un café con un amigo o amiga, pasear a la mascota, hacer manualidades, artesanías, pintar. Actividades que generan tranquilidad, despejan y permiten un encuentro con el placer de acuerdo a cada persona.

El trastorno de ansiedad social es un trastorno psicológico que lleva a las personas que lo padecen a sentir como una amenaza ciertas relaciones sociales. Se interpretan los momentos en que debe exponerse como una situación de peligro que lo limitan, hay disfunción y angustia severa. Cuando el cuadro es persistente, afecta la vida anímica, social, laboral del sujeto y quita la posibilidad de adaptabilidad. Es entonces cuando se torna necesario la búsqueda de ayuda profesional. Solicitar ayuda psicológica en un espacio terapéutico donde la palabra, escuchada por un profesional de la salud, posibilitaría la desarticulación de ese malestar.

Lic. Natalia Perez Corso (MN 72752)

Psicóloga integrante del Equipo de Psicopatología

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